revista 21
La
existencia hay que tomarla como un largo viaje, viaje en el que los hechos y
los acontecimientos que vivimos sirven de espejos de nuestra interioridad. Lo
que ocurre ahí fuera suele encajar poco a nuestras expectativas e ilusiones.
Solo una confianza ciega en la vida misma, sus conocimientos y también sus
misterios, pueden amedrantar los fantasmas del miedo, la desesperanza y el
olvido.
Aunque el
viaje lo iniciamos nada más nacer, suele ser a mitad de nuestra madurez cuándo
tomamos más conciencia de la vida como
proceso. Ya ha habido un antes y queda todo un después. Perdí la inocencia por
el camino al descubrir que existe el abandono y que la abundancia un día se
acaba. Huérfano intenté encontrar un lugar en el mundo. Luché contra las
adversidades intentando encajar en los modelos sociales imperantes.
He sido desposeído
de patria y familia, he tenido que cultivar el coraje, la astucia, la amistad y
el honor desoyendo cantos de sirena que pretendían minar mi alma que bebía
amargos tragos de nostalgia. Se me humedecen los ojos al recordar tanta melancolía
porqué el camino del desapego es el más duro de todos.
Cansado de
guerrear llego a la pregunta: ¿ que sentido tiene la existencia si sigue llena
de horas de vacío, de días de insatisfacción, decepciones y cambios inesperados
que revientan de cuajo toda expectativa?.
En este largo
viaje he aprendido que la riqueza esta en el camino y no en la llegada.
Adelantarse sin miedo en lo inconsciente. Arrojar luz en la oscuridad. No temer
a nuestras sombras. No engañarse con falsa ilusiones.
La vida
consiste en agrandar paso acaso la conciencia, abandonando las esclavitudes del
ego y abrazando lo que trae en cada momento. Entender que todo lo que se
desvanece y muere en nosotros nos devuelve a la realidad con mayor pureza.
Desvelar la luz que se esconde tras las sombras que tan a menudo nos cuesta
tanto a alcanzar a comprender. Ese es el verdadero viaje de la vida.
JOSÉ LUIS MARCOS